jueves, 4 de abril de 2013
La misión de un ángel
Tomaste mi lugar porque necesitaron a alguien mejor, un alma pura cuyos ojos nunca contemplaron la maldad y con un corazón que vivió el amor en su forma más elemental, la forma que transmite la sangre al fluir por el cuerpo llevando el calor y el contacto de quienes te esperan con ansia e ilusión.
La batalla es dura y atendiste el llamado partiendo antes del amanecer para no regresar más a nuestro lado, sin decir adiós como un buen soldado que sabe que hay un principio pero desconoce si existe un final.
La ausencia de una explicación me atormenta el alma cegándome a veces ante la más clara razón: el motivo tu partida es desconocido para nosotros pero algo grande te fue encomendado de seguro por lo inesperado, súbito y fuera de tiempo que fue nuestra separación.
Lamento tanto no haber estado más a tu lado mi querido hijo, pero el tiempo que te tuve en mis brazos contemplando tu carita de ángel será eterno y aunque también recuerde ese terrible frío que quema aún mi rostro nunca será más grande que el calor que me diste en el corazón.
Ve en paz hijo mío, estamos tranquilos porque la luz de tus alas doradas ilumina nuestro camino, porque estamos seguros de que tu nos observas así como nosotros lo hacemos a veces, porque hemos crecido y nos hemos hecho más fuertes y porque sé que cuando sea nuestra hora tendremos el valor de cumplir mejor nuestra misión.
Alguna vez estaremos juntos de nuevo, lucharemos otras batallas como luchamos ésta, no sueño con eso, lo siento en mi corazón como algo ya vivido y sé que así será.
Hasta pronto hijo mío.
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