jueves, 12 de noviembre de 2009

El Angel de la muerte

Un relámpago cruzó el aire en medio de un leve zumbido, la primera flecha traspasó su pecho cambiando el color del aire a rojo, la segunda flecha desviada por la espada y la tercera cayó rota junto con el arco del oponente y uno de sus brazos. El rostro deformado por una mueca de espanto emanó sangre por su boca mientras que la espada traspasaba lentamente su cuello girando circularmente, el samurai lo hizo por un costado para no producirle una muerte rápida.

Con el enemigo agonizante a su lado envainó su espada lentamente, mucha sangre cubría sus ropas y ésta vez si era la propia, tosió con dificultad por el dolor mientras todo a su alrededor se ensombrecía y se diluía en un mar de oscuridad y confusión. Un agudo chillido le hacía imposible escuchar y el dolor lo obligaba a respirar entrecortadamente.

El samurai se arrodilló en la misma posición que adoptaba para meditar y esperó la muerte, sus pensamientos empezaron a divagar hasta encontrar alojo en sus recuerdos, el campo verde, el niño jugando, el olor del pasto y de la brisa fresca. Su padre practicaba con la espada cerca y él a ratos lo observaba, tanta dedicación y entrega, él había escogido ese camino hace muchos años y el niño soñaba con tomarlo algún día también. Su madre y esa mirada tierna, llena de orgullo, sus hermanos siempre jugando, las flores del cerezo cayendo lentamente formaban una alfombra rosa...

El ángel de la muerte abrió sus alas y lo miró con misericordia, extendió su mano que irradiaba una luz dorada y la ofreció al samurai que agonizaba, éste extendió la suya ensangrentada y tomó aquella mano tibia y celestial.

Se puso en pié mientras aquella sensación de paz inundaba su cuerpo, ya no había más dolor ni más tormento, su camino llegaba al final, pronto se encontraría con aquellos que lo esperaban desde hace mucho tiempo. Su cuerpo se fue tornando translúcido y poco a poco se apartaba de sus ropas y su espada, el ángel le mostró el camino, el sendero cubierto por las flores del cerezo empezaba a ser más visible.

De repente el samurai interrumpió su marcha, el ángel se detuvo también, algo anclaba a aquel espíritu con fuerza al mundo de los vivos. La mano izquierda aún sostenía la espada y se negaba a soltarla. El samurai frunció el ceño y gritó con todas sus fuerzas SOY UN GUERRERO Y ESCOGÍ MI CAMINO!! sus ojos se encontraron repentinamente con los de su padre quien lo miró con tristeza.

Su mano derecha soltó la del ángel bruscamente y la llevó a su pecho arrancando violentamente la flecha que lo atravesaba, en el momento que lo hizo la visión desapareció y solo quedó en la oscuridad de la noche que lo envolvía. Un grito de dolor traspasó el silencio.

Sus ojos se abrieron lentamente cuando ya los primeros rayos del sol aparecían, su cuerpo ardía en fiebre y el dolor lo recorría por completo. Se puso en pié con dificultad e inició su camino.

Su padre que lo observaba desde el mundo en donde el tiempo ya no existe comentó con sus palabras sabias y pausadas: cada quién escoge su camino y no hay fuerza natural que haga a un hombre apartarse de él mientras su voluntad no se lo exija.

sábado, 17 de octubre de 2009

Un verdadero guerrero

Su mirada vacía, el semblante lívido e inexpresivo, su cuerpo relajado y en una actitud pasiva.

Un mar de recuerdos inundaban su mente cual torrente de agua fría refrescaban su corazón.
Una mañana cuando caminaba por el bosque con su padre escucharon un gemido que provenía de unos arbustos, caminaron sigilosamente hasta llegar al lugar de donde provenía el lamento.

El niño se sorprendió al ver a un oso atrapado por una de sus patas delanteras en una trampa, las púas se habían incrustado en la carne hasta desaparecer, el metal y la desesperación del animal por liberarse habían destrozado su pata casi por completo, el hueso era visible y despedía un olor penetrante.

Del poderoso animal solo quedaba un despojo de piel que apenas cubría los huesos, parecía tener bastante tiempo de estar atrapado y la vida ya casi lo abandonaba. El niño en un intento natural trató de prestar auxilio al animal y se aproximó al oso moribundo, su padre le dijo: cuidado, pero el niño continuó. El animal se levantó de su lecho de muerte y rugió con furia atacando al niño que se aproximaba, probablemente hubiera logrado su cometido si no fuera por la cadena que sujetaba la trampa al suelo y por la rápida reacción de su padre que lo apartó del animal.

El niño asombrado por aquella inesperada reacción del animal preguntó: por qué? su padre y su voz pausada que siempre sacaba una conclusión respondió: porque es un verdadero guerrero. El espíritu de un guerrero debe de ser como el de un oso, fuerte, inquebrantable, inmune al dolor; un verdadero guerrero nunca suplicará por su vida ni pedirá una muerte rápida y sin sufrimiento, un verdadero guerrero muere con su orgullo intacto aunque su cuerpo esté destrozado.

El samurai se acercó al animal e hizo una reverencia, el oso se levantó en sus patas traseras pero no ruigió ni demostró agresividad alguna, un destello salió de su cintura y acabó rápidamente con la vida del animal. El niño dejó escapar una lágrima pero la limpió rápidamente al darse cuenta de que su padre lo observaba, su padre concluyó: un guerrero se permite conmover ante el orgullo y la valentía que son la máxima manifestación del espíritu de un samurai; puedes llorar si quieres...

La visión del pasado se desvaneció poco a poco en el aire cargado de ese olor a óxido que despide la sangre, frente al samurai estaba un hombre herido profundamente en el vientre y uno de sus brazos, segundos antes se habían enfrentado y ya todo parecía estar concluido.

El hombre de rodillas, frunció el ceño y apretó con todas sus fuerzas la empuñadura de su espada, estaba dispuesto a resistir con la última gota de sangre el nuevo ataque de su rival. El samurai hizo una pequeña reverencia y sonrió levemente por la satisfacción de haberse enfrentado a un verdadero guerrero. El brillo mortal cruzó el aire cortando en dos partes aquel cuerpo pero dejando intacto su orgullo.

Esta vez ninguna lágrima brotó de sus ojos, aquel vacío absorbió cualquiera que pudiera escapar, solo deseó poder encontrar algún día la paz manteniendo su orgullo intacto.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Amor no declarado

Me cuesta tanto no mirarte, no quiero que sepas lo mucho que espero ese encuentro matutino a pesar de esa cara de pocos amigos que simulo y ese cierto aire de indiferencia. Sonrío levemente cuando me sorprendes por fin aunque eso es lo que quiero que hagas porque me encanta esa mirada de mil estrellas.

Es un eterno juego de desinterés, de miradas que solo nosotros pretendemos entender, de gestos y sonrisas diminutas, de mensajes escondidos, una lucha eterna de poder y ceder, de conquistar y perder, de herir y luego disculpar entre dientes.

Yo y mi pesimismo, tu y tu testarudez, a veces más enemigos que amigos, más extraños que amantes, es tan fácil que nos alejemos pero aún más fácil acercanos. Siempre te he extrañado cuando evitamos dirigirnos la palabra, siempre he disfrutado cuando te sorprendo mirándome.

Tu eres la parte lógica, yo la irracional, yo el que siempre termina cediendo y tu la que pretende imponer las reglas y a pesar de todo eso basta un cruce de miradas y unas cuantas palabras para entendernos, siempre es así.

Nos dislumbran los colores y los sueños tontos acerca de cosas sin importancia, tenemos mil promesas sobre cosas que parecen imposibles, nuestros viajes con destino pero siempre sin fecha de partida, esa cena romántica jamás hecha pero si muchas tantas casuales tomándote la mano. Tu y tus detalles que me vuelven loco, tu y tu cabeza dura que me frustra tanto, me encantas así.

Algunas veces pienso en cómo es el amor no declarado, quisiera creer que es así pero me entristecería saber que nunca será, quisiera que éste juego no acabara nunca y que el tiempo no pasara, que siempre podamos hablar y tomarnos una copa de vino, que siempre pueda acariciar tu rostro y que siempre me sonrías. No querría perderte aunque jamás fueras mia.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Tus particulares caricias

Te conozco, me conoces, te amo y te odio, te recuerdo y olvido.

Me besas y vuelo, me dejas y muero; ésta historia de novela que me hace reír en silencio, que me hace llorar cuando me toca el destierro, ese sueño que empieza y acaba, que juro olvidar y sin pensarlo de nuevo lo estoy viviendo otra vez.

Corrijo y apunto para no volver a caer mas siempre termino con un nuevo rasguño y pensando en por qué me dejo herir más.

Juro no volver a creer pero siempre concluyo escuchando mis propias razones, buscando temores que justifiquen tu ausencia, tratando de convencerme de que son mis errores los que nos alejan para así no culparte y no pensar más en eso.

Tantas veces te di por perdida, viviendo otros sueños en los que yo no estaría. Te di la espalda esperando olvidarte viviendo otra vida que no era la mía, haciendo de detalles el motivo exclusivo para al final siempre quedarme pensando en que si es la vida tan simple o si es que espero mucho de ella.

A veces me pregunto por qué te tomo la mano, por qué te acaricio el rostro y revuelvo tu cabello, la verdad es que no lo se pero si se que me entiendes, solo tu me entiendes y sólo tu sabes lo feliz que me hacen tus particulares caricias.

Ahora creo que el amor es algo más real, no es algo tan utópico que implica la conjunción de planetas y estrellas. No es algo basado en el ideal de una persona ni de las pasiones que despierta, ni tampoco el recuerdo de buenos momentos que no alcanzan para una buena historia ni mucho menos para un buen futuro.

En busca de la felicidad olvidamos quién nos hace sonreír, quién nos entiende con solo tomarnos la mano, no nos damos cuenta de quién nos escucha siempre y capta la esencia en un solo detalle. Por eso es que siempre te busco, te espero, siempre deseo arreglar esa ceja y revolver aún más tu cabello, siempre quiero jugar con tus dedos y acariciarte la frente.

Algún día será...ya verás. Por el momento disfruto con tus particulares caricias; tu sabes que entiendo; tu lo sabes muy bien.

sábado, 29 de agosto de 2009

Danza de muerte

Extendió sus alas y dirigió su mirada al horizonte, el cielo era de un tono azul impresionante y las nubes como sueños de algodón blanco se juntaban con el azul infinito. La brisa fría y refrescante golpeaba suavemente su rostro y esa sensación de paz podía llenar un mar entero.

Los tonos dorados como finos hilos de oro atravesaban su cuerpo viniendo desde el azul y finalizando en los copos blancos, aquella escena celestial era como aquel beso soñado a esa persona que se creyó perdida, era como el reencuentro de un alma que se mantuvo en fuga y que regresó por fin a la calidez de su hogar.

Felicidad, que extraño sentimiento que da esos tonos dorados, por más que se busca el temor y la desesperanza no pueden superar el azul de ese cielo y el blanco de esa paz. Esa luz brillante en el horizonte ciega la mirada pero no produce dolor, es una luz que da calor y que genera una increíble compasión.

A lo lejos se divisan unas figuras humanas, las alas se agitan más fuerte y más fuerte aumentando la velocidad, la luz se hace cada vez más brillante y la brisa más fresca, el azul intenso se comienza a mezclar con el blanco perfecto haciendo sobresalir cada vez más esas imágenes.

El corazón late con fuerza, con una emoción ya olvidada, las imágenes poco a poco van tomando más forma y parecen ser conocidas: un hombre y una mujer adultos, dos niños y...y tu. La otra figura era una mujer joven, era ella.

El corazón parecía salirse del pecho, estaban a pocos metros. Mi padre, mi madre, mis hermanos y tu. De repente un pequeño dolor empezó al costado pero no era importante, las alas se detuvieron y caminó lentamente, el rostro de su madre y sus hermanos era triste y suplicante, su padre lo miraba con compasión y su ceño estaba fruncido y la mujer joven lloraba con aquellos ojos tristes y serenos. El extendió sus brazos mientras ellos lentamente fueron girando hasta darle la espalda por completo y emprendieron la marcha.

El dolor se hizo más intenso y un grito desgarrador traspasó el silencio, el suelo se tornó rojo y el cielo gris oscuro, sus alas cayeron desapareciendo en el aire, las imágenes se fueron poco a poco desvaneciendo, el samurai los llamó con desesperación y sus manos se cerraron desesperadamente como hojas de papel al arrugarse en el fuego. En la cintura de su padre estaba la vaina más no la espada... las imágenes desaparecieron del todo.

El suelo estaba cubierto de sangre y cuerpos, su cara teñida de muerte, el cuerpo aún tembloroso y agitado cayó de rodillas. Una espada rota traspasaba su costado derecho, el samurai tomó ese pedazo de metal y lo arrancó de su cuerpo con furia. El grito de una animal herido recorrió la distancia, sus compañeros atemorizados dieron un paso atrás y levantaron sus espadas en señal de triunfo más nadie se acercó al samurai, temían a su estado de trance y a aquella conocida locura que cada vez era más frecuente y evidente, pero qué importaba? cada vez parecía ser más fuerte e invencible.

El samurai tomó su espada y mirando al cielo la ofreció al vacío, y mientras lloraba dijo en voz baja: padre, mi amado padre, éste metal es cada vez más pesado y ésta carga cada vez más insoportable. Una brisa suave recorrió la espada hasta tocar su mano, el samurai se puso en pie y secó sus lágrimas.

Aquella danza de muerte le daba cada vez más poder y lo intoxicaba con visiones que lo alejaban momentáneamente de su dolor solo para entregarlo más a esa ingrata desesperanza.

martes, 18 de agosto de 2009

Visiones

La luz del sol empezaba poco a poco a invadir la pequeña estancia, ahuyentando a los tonos grises y al frío que la envolvía.

En su lecho el samurai contemplaba una vez más la luz del día, aferrado a su espada como cristiano que agobiado y atormentado se aferra a su crucifijo. No podría decir que tenía miedo, ese era un sentimiento exclusivo de aquellos que se aferraban de alguna forma a la vida, solo podía sentirlo aquel que tenía alguna ilusión o misión, aquel que guardaba alguna esperanza. Más bien su ira era tal que no podía manifestarse de otra forma, necesitaba de ese frío metal oculto en una vaina como aquella planta del desierto necesitaba de una gota de rocío en un inmenso mar de sequía.

Sus noches eran largas ya que casi no dormía, sus ojos afiebrados ven fantasmas, esos cientos de rostros que nunca lo dejan en paz. Sólo esa espada lo mantenía con vida, de alguna extraña forma lo ataba a sus recuerdos que por breves momentos lo apartaban de la realidad, era en esos instantes cuando su cuerpo lastimado descansaba.

Desenvainó un poco su espada como para comprobar que aún seguía ahí, los ojos se tropezaron con su propio reflejo en aquel oscuro y lustroso metal. Un escalofrío recorrió su cuerpo, aquellos ojos no eran distintos a los muchos que su espada apagó, por un momento sintió miedo de aquella mirada fiera que al igual que la Medusa quedaba destruida con su propio reflejo, miedo a tener que enfrentar algún día al mortal destello que lo liberaría de su condena, miedo de enfrentar talvez algún día a la vida sin tener que acabar con otra.

Miedo...qué extraño sentirse aferrado a algo, sentir calidez humana.

La espada volvió a ocultarse y el samurai se puso rápidamente en pie, la dejó en un rincón y abrió la puerta. El sol inundó la estancia con una claridad que ya no recordaba, el viento era cálido y con aroma, todo parecía tener nuevos colores. Salió, respiró profundamente, caminó unos cuantos pasos y sonrió, de repente todo se ensombreció de nuevo, corrió al interior de la estancia y levantó con prisa su espada sintiendo inmediatamente como el poder de esa droga le invadía el cuerpo de nuevo, una droga que lo hacía ir muriendo poco a poco para mantenerse con vida.

Esta es otra de esas visiones del pasado, el recuerdo de cosas que ya no existen, todo aquello que amó ya esta muerto y el mundo que habita es otro. El samurai no se permitió soñar...

domingo, 28 de junio de 2009

Abrázame, solo abrázame

Te aprisioné en mis brazos cálida brisa de verano como si nunca te quisiera dejar ir. En la oscuridad de mi estancia te imaginé como lo que nunca soñé, te di cuerpo, color y un rostro dulce y sereno que me sonreía como si nada más importara en la vida como si los temores fueran sólo una tenue nube de humo que se ahuyenta con un soplido.

Así te imaginé, dulce y serena, dulce y serena como tararear una melodía que alguna vez cantó mi madre mientras acariciaba mis cabellos y que vagamente recuerdo, cálida como aquel abrazo de mi padre cuando pasaba tanto tiempo sin verlo. Así te imagine.

Bailábamos en aquella habitación oscura, tu mejilla junto a la mía al compás de esa melodía que siempre recuerdo pero que no se cómo se llama y es más, no se si en realidad existe. Todo es confuso a veces, no se si la vida es o si sólo somos un recuerdo del subconsciente que recrea lo que una mente más grande solo quiso imaginar, no se si sólo somos historias que Dios quiso materializar pero que luego fue dispersando poco a poco hasta dejarlas como uno de sus recuerdos.

Bésame una vez más y acaricia mi rostro, quiero recordar por siempre éste momento aunque sólo sea producto de mi mente, al fin y al cabo quiero jugar a ser dios y darle vida a ésta historia, quiero crear, vivir y borrar pero nunca ser olvidado. No me importa ser sólo un vago recuerdo pero jamás olvidado.

Abrázame, abrázame una vez más antes de que la música se detenga, ya el tiempo transcurre lento y la habitación poco a poco se enfría. Mi cuerpo se va tornando translúcido y los recuerdos se transforman en hielo.

Abrázame, sólo abrázame que ya nada más importa.

sábado, 6 de junio de 2009

Círculos

Blandió su espada con ira y atacó con todas sus fuerzas, su contrincante con un paso firme al frente y un suave movimiento circular con su espada de madera lo dejó indefenso, otro paso al frente e impacta el cuello del joven samurai, un intenso dolor y una momentánea oscuridad terminan la lección.

El sensei tiende la mano, lo ayuda a levantarse y comenta con aquella voz pausada que siempre sacaba conclusiones: la fuerza no es la respuesta a todos tus obstáculos, la vida funciona en círculos, círculos que transforman, círculos que desvían pero que llevan al mismo sitio, círculos que actúan en todas direcciones, círculos que deben ser cerrados en algún momento para concluir una etapa. Si utilizas la fuerza como única vía de oposición tu espada será rota, no existe nada inquebrantable y es por esto que la fuerza debe ser revestida con paciencia, serenidad e inteligencia para que cuando ésta sea aplicada caiga como centella sobre un solo punto.

El joven samurai inclinó su cabeza con profundo respeto, cada derrota ante su sensei era una victoria personal, esas enseñanzas nunca lo abandonarían.

Sus ojos volvieron a la realidad, sus heridas eran profundas y la respiración demasiado agitada. Sus enemigos eran cinco y lo rodeaban formando un círculo. Un hombre alto y con una espada ancha y enorme dio un paso al frente, era de otras tierras, vestía pieles y usaba una especie de armadura, seguro fue traído por sus enemigos para acabar con él. Los otros cuatro hombres sonreían confiados en una forma burlona.

Aquel gigante extendió sus brazos y gritó en una lengua desconocida, su voz retumbó como un trueno, blandió su espada con una fuerza tremenda en dirección a la cabeza del samurai, éste la esquivó ajustadamente mientras una ráfaga de viento y un zumbido pasaron por su rostro, como si se tratara de un rebote la enorme espada regresó zumbando ésta vez el samurai cayó de espaldas al evitar el golpe, unas hebras de su cabello cayeron en su rostro junto con un pequeño hilo de sangre. El gigante sonrió levemente mientras que los cuatro hombres estallaron en carcajadas.

Mientras se incorporaba, el enorme hombre tomó su espada con ambas manos y apretando los dientes martilló con toda su fuerza de forma vertical y como un rayo que cae su espada chocó contra el suelo mientras el cuerpo lo seguía torpemente unos instantes después de que el samurai giró hacia atrás sobre su rodilla izquierda, el brillo de muerte salió de su prisión y con la velocidad de la luz atravesó a su oponente por la espalda a la altura de la cintura cortándolo en dos.

Los otros hombres poco pudieron hacer, las espadas aún en sus fundas fueron sólo testigos de aquel desenlace, la lluvia roja tomó nuevamente la escena.

Una gran espada quebrada en dos partes yacía en el suelo, el samurai dibujó una leve sonrisa en su rostro…

sábado, 16 de mayo de 2009

Sentado en la oscuridad

Lo incierto, lo oculto, lo que el corazón con su visión de lo intangible avisa. Qué extraña es la vida que con cada vuelta de hoja cambia de pronto toda la historia y convierte el mundo en un lugar extraño de luces violetas y grises, un lugar de sombras y perfiles desconocidos.

Sentado en la oscuridad me enfrento a un mundo nuevo, en donde el día ya no es día y la noche ya no es noche, en donde las palabras tienen otro significado y lo que era familiar ya no lo es. un mundo en donde el amor forzosamente tendrá que ser diferente aún cuando yo sea el mismo; o acaso yo no seré el mismo?

Soy aquel de palabras duras pero labios blandos, palabras que al salir hacen brotar la sangre pero que nunca buscaron herir sino abrigar, soy el de ceño fruncido pero mirada amable, soy el que habla mucho aveces pero que calla cuando tiene algo que decir, soy el de lágrimas traicioneras que afloran cuando trato de tener un corazón duro, el de esas lágrimas que algunos vieron y pensaron que eran abundantes y poco valiosas. Soy aquel que quiso ser bueno y generoso, aquel que quiso ser sincero y honesto, el que quiso besar como si fuera la primera y la última vez, aquel que nunca marchó sin decir el amor tan grande que sentía. Soy el que esperó largo rato a que un momento mágico llegara, soy el que cree en historias y que sueña despierto.

Yo soy aquel que cree en lo que el corazón susurra al oído, soy el que se equivocó tantas veces pero insistió aunque muchos dijeran que era en vano, soy el que quiso ser fuerte y resistir la tempestad pero que al final abrió la mano y dejó que el viento se llevara su tesoro más amado; soy el que guardó silencio en el momento más importante de su vida, el mismo que siempre calla cuando quiere decir algo.

Creo que soy el mismo pero el mundo siempre cambia, ese soy yo, el mismo de siempre...

sábado, 28 de febrero de 2009

Un buen soldado

Si dices que te importo no te creo porque he aprendido a ser soldado, he aprendido a luchar sin justificar el motivo, sin mirar hacia atrás. Se me ordenó ser valiente y he aprendido a serlo, se me enseñó a no llorar y por eso no lo hago, se me exigió luchar hasta la muerte y por eso lo hice. Por eso se que no te importo porque he aprendido a cumplir con mi deber sin que algún día me preguntaras si estaba conforme con ello.

Que por qué lo hice? la verdad no lo se; supongo que soy buen soldado y un buen soldado sirve con placer y sin preguntar por qué. Te mofas de mi diciendo que nadie jamás me obligó y sabes qué? tienes toda la razón, lo hice por gusto propio, porque creí que era necesario, porque quise servir a esa causa aunque me infringiera dolor. Tuve la esperanza de que algún día bajaras la mirada y reconocieras mi labor pero ese día jamás llegó.

Pudiste tantas veces tenderme la mano cuando estaba caído, pudiste sostener mi mochila cuando me curaba una herida, pudiste cuidar mi espalda cuando la noche estaba oscura, pudiste decirme que las cosas marchaban bien, pudiste hacer tantas cosas pero cerré mis ojos esperándolo.

Ahora mi cuerpo yace tendido con el rostro hacia abajo, la noche está oscura y ya no puedo verte, mi corazón late cada vez más lentamente, el frío invade el cuerpo y la respiración ya casi se detiene esperando el auxilio que nunca llega. Soy un buen soldado, fuí un buen soldado, ahora estoy tranquilo, ahora ya no temo más...