Ahora que te has marchado, sin ninguna explicación, empaco una maleta con las cosas que dejaste y que no quiero conservar, quiero que te marches del todo y recordarte lo menos posible ya que no puedo seguir sufriendo tu ausencia, mi corazón trata de aprender a ser fuerte y basándose en la experiencia estoy seguro que sobreviviré pero eso no hace al dolor menos tenue ni las noches más cortas, sólo las lágrimas son menos ya que no me lo permito más.
Dentro de éstos labios mudos que hablaban tanto a veces siempre existió el deseo de decirte que quería que fueras mía para siempre y que yo sería siempre para ti, la decisión ya estaba tomada sin importar la opinión de los demás, al fin y al cabo el que sería dichoso o desgraciado sería yo y nadie más, por eso no le concedí el derecho de decidir a otro. Sólo faltó esa oportunidad y el momento justo que muchas veces practiqué en mi mente. Te empaco entonces esa propuesta nunca hecha, no quiero tenerla más.
Te empaco mi dedicación, empeño y amor. Para mi no existe el amor sin sacrificio, sin lealtad y devoción, por eso hice siempre más de lo que pude, te consideré lo mejor que ha pasado en mi vida y te vi con los ojos del alma que son ciegos a los defectos y debilidades aunque sean gigantes como el mar.
Te puedes llevar ese beso que guardé en mi boca todos éstos años, el mejor beso que probé, el que siempre me hace sonreír cuando lo recuerdo, aquel que saboreo cuando no te tengo cerca.
Llévate también todas esas fotos que jamás se revelaron, aquellas que existen sólo en los ojos de alguien que te amaba con locura y que no podía verte como algo menos que un sueño, aquella primera vez que bailamos...llevabas una blusa roja... aquí la tengo guardada aún. Llévatelas todas que no las quiero más, no quiero más esas promesas, esos planes rotos, no quiero más sentir tu cuerpo cerca del mío mientras la música detenía el tiempo, no quiero más tus besos ni tus escasas caricias, no quiero recordar tu sonrisa ni el olor de tu cabello; no quiero volver jamás a aquellos lugares que eran nuestros.
Llévatelo todo que no puedo verlo más, espero que contigo esté a salvo del fuego que devora los años y que no se convierta en cenizas que se lleva el viento. Espero que estés bien, espero que seas feliz...
lunes, 8 de diciembre de 2008
viernes, 5 de diciembre de 2008
Oración de un guerrero
Nací siendo un guerrero, la vida fácil no está en mi destino, muchas veces he enfrentado y enfrentaré la espada enemiga mas no caeré por su peso, sólo caeré por el mío propio cuando no tenga brazos, piernas y un corazón para pelear.
Lucho todos los días contra mi propio corazón que aunque me aconseja a veces me traiciona y me hace olvidar mi destino, lucho por ser más fuerte y más hábil para enfrentar mi próxima batalla, lucho contra aquel que me desvía de mi camino, contra aquel que me hace creer que no tengo valor, lucho contra el que me ha herido y aunque a veces pierda juro que esa cuenta pronto será saldada.
Sólo escucho a mi instinto que me obliga a ser justo, no formo parte de un grupo ni me escondo bajo la sombra de quienes creen que pueden pensar, sentir, o hablar por mi. De mi boca se escucha el sentir de mi corazón, no necesito que se expresen por mi y cuando mi voz es tenue o se quebranta por alguna razón, mis ojos y mi mirada son suficientes para expresar lo que siento. Los ojos de un guerrero son el espejo de su alma y su espada la forma que toma el brazo para ejecutar los deseos de su corazón.
Me equivoco y muchas veces pero no temo aceptarlo, lo único que temo es no poder enmendarlo.
Lloro, es cierto, por qué no, si soy un simple humano pero creo que existe un Dios que me escucha y aunque yo nunca lo escuche a El puedo ver su manifestación en muchas cosas, muchas veces me creí perdido, muchas veces sin aliento y herido y justo antes de derramar mi última gota de sangre ese inmenso calor llenó de nuevo mi cuerpo dándome fuerzas para continuar viviendo. Ese es el calor que viene de alguien supremo que promete morada para aquel que luchó con justicia.
Por eso no temo morir, porque sé que tendré en dónde descansar por fin de ésta eterna lucha que inició cuando vi la luz por primera vez y que terminará cuando la observe por última, antes jamás será porque a lo único que temo es a rendirme algún día.
Este largo camino terminará solo cuando descanse en un prado verde con la mirada perdida en el azul del cielo, con mi espada a un lado y la satisfacción de haber tenido el valor de vivir y morir por lo que creí justo.
Lucho todos los días contra mi propio corazón que aunque me aconseja a veces me traiciona y me hace olvidar mi destino, lucho por ser más fuerte y más hábil para enfrentar mi próxima batalla, lucho contra aquel que me desvía de mi camino, contra aquel que me hace creer que no tengo valor, lucho contra el que me ha herido y aunque a veces pierda juro que esa cuenta pronto será saldada.
Sólo escucho a mi instinto que me obliga a ser justo, no formo parte de un grupo ni me escondo bajo la sombra de quienes creen que pueden pensar, sentir, o hablar por mi. De mi boca se escucha el sentir de mi corazón, no necesito que se expresen por mi y cuando mi voz es tenue o se quebranta por alguna razón, mis ojos y mi mirada son suficientes para expresar lo que siento. Los ojos de un guerrero son el espejo de su alma y su espada la forma que toma el brazo para ejecutar los deseos de su corazón.
Me equivoco y muchas veces pero no temo aceptarlo, lo único que temo es no poder enmendarlo.
Lloro, es cierto, por qué no, si soy un simple humano pero creo que existe un Dios que me escucha y aunque yo nunca lo escuche a El puedo ver su manifestación en muchas cosas, muchas veces me creí perdido, muchas veces sin aliento y herido y justo antes de derramar mi última gota de sangre ese inmenso calor llenó de nuevo mi cuerpo dándome fuerzas para continuar viviendo. Ese es el calor que viene de alguien supremo que promete morada para aquel que luchó con justicia.
Por eso no temo morir, porque sé que tendré en dónde descansar por fin de ésta eterna lucha que inició cuando vi la luz por primera vez y que terminará cuando la observe por última, antes jamás será porque a lo único que temo es a rendirme algún día.
Este largo camino terminará solo cuando descanse en un prado verde con la mirada perdida en el azul del cielo, con mi espada a un lado y la satisfacción de haber tenido el valor de vivir y morir por lo que creí justo.
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