Confundido en una tormenta de imágenes una mente desesperada buscaba algún sentido, sus recuerdos se habían unido en el horizonte con las sombras difusas, su único tesoro se perdía entre cosas irreales. Alquel rincón donde se escondía se hacía más y más pequeño, contemplaba su espada con la mirada perdida en el vacío siguiendo las ondas de destellos que se formaban al reflejarse la luz.
Su imagen difusa en la superficie de la espada revelaba un rostro torcido, un monstruo oculto entre las sombras cuya mirada acechaba, su corazón latía a prisa por esa mirada que convertía en piedra, aunque fuera la suya propia ya no podía reconocerla.
Se había convertido en una fiera que era manejada a placer por un amo que jugaba con su locura, era una bestia que enviaban a destruir enemigos o a pelear por diversión. Habitaba una pequeña casa donde creía estar libre, recibía cuidados como de quien cuida a sus perros para luego ser llevado a una arena imaginaria en donde se le presentaba a un enemigo al que debía destruir.
Con su locura había aumentado su fama, a veces luchaba solo y otras a la cabeza de un pequeño ejército por la única paga de poder callar las voces con sangre y gozar así de unos momentos de paz. Era manejado con astucia por un amo tirano que no lo aprisionaba con cadenas sino más bien con sangre, sangre que formaba parte de un círculo vicioso que lo hacía cada vez menos humano.
Fué dirigido al campo de batalla, frente a él habían cientos de soldados, a sus espaldas uno pocos, las espadas se desenfundaron mientras él caminaba entre la muerte, apacible y sin ningún sobresalto. Súbitamente la luz brotó de su mano, el destello de muerte relampagueó sobre todo lo que a su paso se interponía, doblando las rodillas de sus enemigos. El silencio, grato silencio! su corazón estaba en paz mientras destruía, su ira desencadenada adormecía sus sentidos ocultando a sus recuerdos bajo esa lluvia de sangre, luego tranquilidad; todo había terminado.
A su paso gran cantidad de guerreros se encontraban destruidos, nada podía oponerse a ese inmenso poder contenido en un cuerpo que solo buscaba huir de sus voces. Pero junto con esos guerreros estaba un pueblo entero, niños, ancianos, mujeres. Su corazón se llenó de un gran vacío, una lágrima cruzó su rostro lentamente hasta detenerse en sus labios que formaban una curva, esa curva era una sonrisa producto de ese efímero alivio, un suspiro que le concedía ese momento de ira.
Su amo sonrió al ver la tarea encomendada concluida.
En un lugar lejano un Ser de luz frunció su ceño, extendió su brazo derecho hacia una estrella que se acercó y tomó forma humana. El samurai había pactado su próxima batalla...
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