viernes, 19 de febrero de 2010

Esclavo por libertad

Fué criado con amor, vivió en el mundo de ilusiones de muchos niños pensando en hoy y no en mañana, con fantasías y juegos que imitaban la realidad de sus padres, con el deseo de ser fuerte e inmortalizar la imagen de aquellos que admiraba.

Vió a la figura indestructible de su padre caer vencido y a aquellos que tanto amó desaparecer, la ira lo obligó a alimentar a ese fuego con sus sueños para hacerlo caminar, a hacer de sus ilusiones relleno para sus heridas. Nunca sería vencido aunque tuviera que estar solo, nunca sería vencido hasta encontrar lo que perdió, no habrá paz ni quietud hasta que no quede nada en pie, la lluvia roja no cesa, no cesa detrás del destello de muerte haciendo correr un mar que ahoga pero que no lo mata del todo.

Un monstruo de mil cabezas que como en la Medusa serpentean a su alrededor, mil fantasmas que lo asfixian y que trata de callar, mil rostros que desaparecen solo a la luz de su espada para luego regresar con uno más.
Talvez debió morir, a veces el poder divino se equivoca y concede sin querer demasiada fuerza al tratar de destruir...

El samurai llevó su mano derecha a la empuñadura de la espada y las voces cesaron, un breve silencio y el brillo de muerte apareció. Cada latir de su corazón y un relámpago rompía en lluvia tibia y roja. Un breve minuto de inconciencia en donde el tormento cesaba, una droga que calmaba su dolor.

El último que quedaba en pie suplicó por su vida -le pedirías a una piedra que deje de ser piedra?-, una lijera sonrisa se dibujó en su rostro y el frio metal cruzó el aire como la luz. Todo quedó en penumbras y el samurai calló de rodillas, su respiración estaba agitada y su corazón latía con fuerza, saboreó con placer esos escasos momentos antes de que las voces y los mil rostros regresaran.

Un hombre que lo miraba de lejos sonrió agradeciendo al todopoderoso por haberle entregado un arma invencible que no requería más paga que esos minutos de paz después de la muerte.

El samurai cayó prisionero en su búsqueda de la libertad.

3 comentarios:

  1. diferentes ámbitos y situaciones, y seguimos siendo tan leves...

    deshora

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  2. La incesante búsqueda de la libertad a veces nos hace abrir puertas falsas. Muy bueno tu relato. Un fuerte abrazo.

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  3. Oh gracias, el falso alivio de la droga que calma el dolor para que luego regrese con más intensidad.

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