domingo, 28 de junio de 2009

Abrázame, solo abrázame

Te aprisioné en mis brazos cálida brisa de verano como si nunca te quisiera dejar ir. En la oscuridad de mi estancia te imaginé como lo que nunca soñé, te di cuerpo, color y un rostro dulce y sereno que me sonreía como si nada más importara en la vida como si los temores fueran sólo una tenue nube de humo que se ahuyenta con un soplido.

Así te imaginé, dulce y serena, dulce y serena como tararear una melodía que alguna vez cantó mi madre mientras acariciaba mis cabellos y que vagamente recuerdo, cálida como aquel abrazo de mi padre cuando pasaba tanto tiempo sin verlo. Así te imagine.

Bailábamos en aquella habitación oscura, tu mejilla junto a la mía al compás de esa melodía que siempre recuerdo pero que no se cómo se llama y es más, no se si en realidad existe. Todo es confuso a veces, no se si la vida es o si sólo somos un recuerdo del subconsciente que recrea lo que una mente más grande solo quiso imaginar, no se si sólo somos historias que Dios quiso materializar pero que luego fue dispersando poco a poco hasta dejarlas como uno de sus recuerdos.

Bésame una vez más y acaricia mi rostro, quiero recordar por siempre éste momento aunque sólo sea producto de mi mente, al fin y al cabo quiero jugar a ser dios y darle vida a ésta historia, quiero crear, vivir y borrar pero nunca ser olvidado. No me importa ser sólo un vago recuerdo pero jamás olvidado.

Abrázame, abrázame una vez más antes de que la música se detenga, ya el tiempo transcurre lento y la habitación poco a poco se enfría. Mi cuerpo se va tornando translúcido y los recuerdos se transforman en hielo.

Abrázame, sólo abrázame que ya nada más importa.

sábado, 6 de junio de 2009

Círculos

Blandió su espada con ira y atacó con todas sus fuerzas, su contrincante con un paso firme al frente y un suave movimiento circular con su espada de madera lo dejó indefenso, otro paso al frente e impacta el cuello del joven samurai, un intenso dolor y una momentánea oscuridad terminan la lección.

El sensei tiende la mano, lo ayuda a levantarse y comenta con aquella voz pausada que siempre sacaba conclusiones: la fuerza no es la respuesta a todos tus obstáculos, la vida funciona en círculos, círculos que transforman, círculos que desvían pero que llevan al mismo sitio, círculos que actúan en todas direcciones, círculos que deben ser cerrados en algún momento para concluir una etapa. Si utilizas la fuerza como única vía de oposición tu espada será rota, no existe nada inquebrantable y es por esto que la fuerza debe ser revestida con paciencia, serenidad e inteligencia para que cuando ésta sea aplicada caiga como centella sobre un solo punto.

El joven samurai inclinó su cabeza con profundo respeto, cada derrota ante su sensei era una victoria personal, esas enseñanzas nunca lo abandonarían.

Sus ojos volvieron a la realidad, sus heridas eran profundas y la respiración demasiado agitada. Sus enemigos eran cinco y lo rodeaban formando un círculo. Un hombre alto y con una espada ancha y enorme dio un paso al frente, era de otras tierras, vestía pieles y usaba una especie de armadura, seguro fue traído por sus enemigos para acabar con él. Los otros cuatro hombres sonreían confiados en una forma burlona.

Aquel gigante extendió sus brazos y gritó en una lengua desconocida, su voz retumbó como un trueno, blandió su espada con una fuerza tremenda en dirección a la cabeza del samurai, éste la esquivó ajustadamente mientras una ráfaga de viento y un zumbido pasaron por su rostro, como si se tratara de un rebote la enorme espada regresó zumbando ésta vez el samurai cayó de espaldas al evitar el golpe, unas hebras de su cabello cayeron en su rostro junto con un pequeño hilo de sangre. El gigante sonrió levemente mientras que los cuatro hombres estallaron en carcajadas.

Mientras se incorporaba, el enorme hombre tomó su espada con ambas manos y apretando los dientes martilló con toda su fuerza de forma vertical y como un rayo que cae su espada chocó contra el suelo mientras el cuerpo lo seguía torpemente unos instantes después de que el samurai giró hacia atrás sobre su rodilla izquierda, el brillo de muerte salió de su prisión y con la velocidad de la luz atravesó a su oponente por la espalda a la altura de la cintura cortándolo en dos.

Los otros hombres poco pudieron hacer, las espadas aún en sus fundas fueron sólo testigos de aquel desenlace, la lluvia roja tomó nuevamente la escena.

Una gran espada quebrada en dos partes yacía en el suelo, el samurai dibujó una leve sonrisa en su rostro…