martes, 18 de agosto de 2009

Visiones

La luz del sol empezaba poco a poco a invadir la pequeña estancia, ahuyentando a los tonos grises y al frío que la envolvía.

En su lecho el samurai contemplaba una vez más la luz del día, aferrado a su espada como cristiano que agobiado y atormentado se aferra a su crucifijo. No podría decir que tenía miedo, ese era un sentimiento exclusivo de aquellos que se aferraban de alguna forma a la vida, solo podía sentirlo aquel que tenía alguna ilusión o misión, aquel que guardaba alguna esperanza. Más bien su ira era tal que no podía manifestarse de otra forma, necesitaba de ese frío metal oculto en una vaina como aquella planta del desierto necesitaba de una gota de rocío en un inmenso mar de sequía.

Sus noches eran largas ya que casi no dormía, sus ojos afiebrados ven fantasmas, esos cientos de rostros que nunca lo dejan en paz. Sólo esa espada lo mantenía con vida, de alguna extraña forma lo ataba a sus recuerdos que por breves momentos lo apartaban de la realidad, era en esos instantes cuando su cuerpo lastimado descansaba.

Desenvainó un poco su espada como para comprobar que aún seguía ahí, los ojos se tropezaron con su propio reflejo en aquel oscuro y lustroso metal. Un escalofrío recorrió su cuerpo, aquellos ojos no eran distintos a los muchos que su espada apagó, por un momento sintió miedo de aquella mirada fiera que al igual que la Medusa quedaba destruida con su propio reflejo, miedo a tener que enfrentar algún día al mortal destello que lo liberaría de su condena, miedo de enfrentar talvez algún día a la vida sin tener que acabar con otra.

Miedo...qué extraño sentirse aferrado a algo, sentir calidez humana.

La espada volvió a ocultarse y el samurai se puso rápidamente en pie, la dejó en un rincón y abrió la puerta. El sol inundó la estancia con una claridad que ya no recordaba, el viento era cálido y con aroma, todo parecía tener nuevos colores. Salió, respiró profundamente, caminó unos cuantos pasos y sonrió, de repente todo se ensombreció de nuevo, corrió al interior de la estancia y levantó con prisa su espada sintiendo inmediatamente como el poder de esa droga le invadía el cuerpo de nuevo, una droga que lo hacía ir muriendo poco a poco para mantenerse con vida.

Esta es otra de esas visiones del pasado, el recuerdo de cosas que ya no existen, todo aquello que amó ya esta muerto y el mundo que habita es otro. El samurai no se permitió soñar...

4 comentarios:

  1. Muy buen texto, me gusto mucho como te metiste en la cabeza del protagonista y vas describiendo su vida, su pasado y presente...

    Miedo es vivir aferrado a algo.... genial!

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Gracias Andrés, lo invito a a leer los otros escritos del Diario de un samurai.

    ResponderEliminar
  3. para algunos es cierto que la vida es solo el largo proceso de ir muriendo.

    deshora.

    ResponderEliminar
  4. Creo que todos de una u otra forma nos aferramos a algo, para bien o para mal, me ha gustado mucho tu relato, es fresco y lleno de refexiones, escribes muy bien. A pesar de todo, de la angustia o dolor, creo yo que nunca debemos de olvidar la magia al soñar, amar, buscar...siempre. Un abrazo. Esperaré el próximo.

    ResponderEliminar