La lluvia caía sin cesar, todo hasta donde la vista alcanzaba era de un color gris pálido con formas muy definidas de cerca y siluetas difusas en la parte más lejana.
Ese gris tocaba también sus recuerdos, no tenían color ni matices, eran muy definidos los cercanos, difusos y oscuros los lejanos.
Su mirada se perdía en el horizonte como si tratara de atravesar esa cortina de miles de gotas, su mente viajaba lejos de ahí, lejos en uno de esos grises y difusos recuerdos.
Era todavía un niño cuando jugaba en aquellos bosques de bambú, corría agitando una vara luchando contra enemigos imaginarios, soñaba con empuñar algún día aquella espada gloriosa, aquella que tenía un cuarto y pedestal propios en la casa, la misma espada que al estar al cinto de mi padre hacía que la gente se apartara a en su camino y se inclinara haciendo reverencia.
Era poderoso con mi espada imaginaria, nunca había visto a la real luchar pero se hablaba del respeto que infundía. No se me permitía tocarla pero si admirarla, pero aquella pequeña vara de bambú funcionaba para darle cuerpo a aquel sueño.
Estaba ya muy lejos de mi hogar a pesar de las advertencias de mi madre, se vivían tiempos convulsos y de mucha violencia, el antiguo amo recién había muerto a manos de sus enemigos y todo era caos, los bandidos acechaban y los clanes peleaban entre si. Ella nos prohibía alejarnos pero no hice caso, la tarde estaba oscura y fría, parecía que iba a llover, decidí volver al camino y regresar a casa, tomé por un trillo entre el bambú y de pronto vi una pequeña caravana, eran dos mujeres un niño y un viejo que se dirigían al pueblo, extendí la mano agitándola y justo cuando iba a gritar para que se detuvieran y caminar junto a ellos tres hombres aparecieron frente a ellos, sin decir nada uno de ellos atacó al viejo, su cuerpo tocó el suelo al tiempo que las mujeres y el niño gritaban. Era terrible! quedé paralizado al ver aquello, la sangre corría y de pronto todo era silencio, cuatro cuerpos tendidos en el suelo mientras los hombres reían y tomaban sus cosas, eran bandidos de los muchos que acechaban por los caminos buscando a los viajeros que huían de los lugares de lucha, eran presa fácil ya que sus hombres estaban luchando o ya estaban muertos.
El tiempo se detuvo y solo escuchaba el latido de mi corazón, era fuerte y sin control, rompía aquel silencio, quería que se callara, ellos lo estaban escuchando y no podía moverme, de repente una enorme centella rompió el cielo y el silencio, traté de alejarme despacio y sin hacer ruido pero como en las pesadillas mi cuerpo no respondía y aquel fuerte palpitar me delataba, sabía que no lo podían escuchar pero yo sentía que si, que atraía su atención como aquel relámpago. Traté de tranquilizarme y di una paso atrás, una rama se rompió bajo mis pies y aquellos terribles ojos se clavaron en mi cuerpo, uno de ellos me vió y comenzó a correr, su espada relucía debajo de las primeras gotas de una lluvia que comenzaba a caer, yo corrí para salvar mi vida. Las ramas rasgaban mi ropa y mi piel mientras sus pasos se escuchaban más y más cerca, por mi mente pasaban las advertencias de mi madre como si escuchara su voz que se interrumpía por aquellos terribles relámpagos, su voz era tierna como haciendo una plegaria, su voz se despedía de mi y se hundía en el vacío mientras aquella dura mano me tomaba por el cuello y aquellos ojos fieros se clavaban en los míos.
Empezó a llover y un fuerte golpe hizo impacto en mi cabeza como un rayo, seco, ensordecedor y paralizante, mi cuerpo cayó al suelo inmóvil pero con la mirada fija en la luz de aquella espada que se desenvainaba frente a mi, ya no correría más por aquellos bosques de bambú, ya no habrían más sonidos, todo era silencio y ocurría muy despacio. Nunca entendería el significado de la reverencia ante aquella espada, otro estruendo y luz, aquellos ojos fieros se precipitaban al suelo tornándose vacíos y espantados, atrás, los otros dos hombres con sus espadas levantadas en actitud ofensiva, otro destello y sus cuerpos caían al suelo pesadamente detrás de la luz de una espada, todo había terminado y aún no sabía si estaba muerto sólo puede apartar con espanto la mirada vacía de aquella cabeza que yacía a mis pies. Frente a mi estaba mi padre, con su ceño fruncido y aquella mirada dura pero a la vez tranquila, me arrodillé rápidamente haciendo una reverencia, ya podía comprender que significado tenía, en su mano brillaba una centella que escurría agua y sangre...
Agua y sangre, agua y sangre que se mezclaban frente a mi formando charcos oscuros aquella lluviosa tarde sin centellas, años después, una lluvia con recuerdos grises de tiempos pasados, una tarde en que la misma centella volvió a brillar dejando silencio pero ya sin nadie para hacer una reverencia.
Este tipo de historia, entretegida entre el pasado conciente y un ensombrecido presente desde donde salta mistico el propio pasado.
ResponderEliminarSaludos desde mi extraño país.
¡¡Que lindo!! Bella forma de envolverlo en un torbellino de siluetas y recuerdos acercándonos a un final maravilloso.
ResponderEliminarMuy bueno!
ResponderEliminarMuchas gracias por sus comentarios.
ResponderEliminarMe gustan las historias tejidas entre recuerdos y conflictos con hechos del pasado y el presente.
muchas gracias por pasarte por mi blog, me alegro que te guste la canción, yo es ponerla.... y además de lloverme por dentro, tb me llueve por fuera, no puedo evitarlo......... :(
ResponderEliminarmuchos besitos y encantada de que te pases por allí cuando quieras y siempre q te apetezca.
=) ;)