Curioso, no podía recordar a que se debía ese terrible enojo, qué combustible alimentaba esa temible hoguera que ardía sin control devorando todo lo que se encontraba en su camino.
Furia, cada vez que blandía su espada destruyendo a cualquier enemigo que se ponía a su paso, parecía ser el alimento de aquella fiera, no había quien no temiera su luz, no había ojos que contemplaran aquel destello y vivieran para ver el día de nuevo.
Recuerdos, recuerdos...
El entrenamiento era duro y mis manos sangraban, para qué tantas horas de disciplina y de movimientos repetitivos? siempre lo mismo, llegaba la tarde y nada nuevo sucedía. Limpiaba mi espada por la noche imaginando su poder, la espada de mis antepasados, tanto poder relegado a un instrumento de práctica, nunca seríamos llamados a luchar.
Esperaba con ansia un combate de verdad hasta que llegó aquel triste día, no fue un momento de gloria ni una lucha por una causa heróica. Todo inició por una pequeña discusión, se levantaron las voces y de pronto una espada brilló, ya no había marcha atrás, eran dos bandos, mi mano temblaba descansando nerviosamente en la empuñadura de la espada, nadie hacía un solo movimiento, silencio.
Trataba de recordar mis lecciones pero estaba en pánico, todo era confuso y la espada se sentía pesada, no podía recordar la técnica básica para desenvainar, no recordaba cuál pie debía tener al frente, no quería estar ahí. Mi corazón latía muy rápido, era muy joven aún, hasta ese momento pensé que no era mi hora, que debía seguir entrenando y jugando con mis amigos pero ya era demasiado tarde.
Repentinamente el hombre que estaba frente a mi dió un paso al frente y rompió el silencio con un grito, desenvainó mientras corría. El miedo se extinguió en ese mismo instante, sangre y de nuevo silencio en tan solo un paso, todos hacían una reverencia mientras se retiraban caminando hacia atrás con la cabeza baja, mis amigos se agruparon detrás de mi y se fueron retirando lentamente hasta que me quedé solo con aquel cuerpo en dos partes sin vida.
Estaba cubierto de sangre y mi espada en su vaina, se que salió por lo que veía pero no supe como regresó, lo cierto es que ya todo estaba hecho, un corte limpio cruzando el torso y dos partes. Todo estaba bien hasta que rompí a llorar, todo mi cuerpo temblaba y sentí ganas de vomitar, tenía miedo a pesar de haber triunfado en un sólo instante.
Una voz a mis espaldas, cálida y comprensiva me dijo: el secreto está en no recordar su rostro. Mi sensei me reconfortaba, sabía que no estaba listo para aquello pero ya no había marcha atrás, no te he enseñado a olvidar -dijo mientras me palmeaba la espalda-
Eso pasó hace ya muchos años y la mirada vacía de aquel temido guerrero ocultaba aquella lección nunca aprendida, tantos rostros asfixiaban su sueño, tantos destellos y tanta lluvia roja.
Olvidó, a cambio, el miedo a la muerte y con ello su deseo por vivir, cambió su tristeza por furia pero ya casi no había con quién pelar...
Me encanto la historia; el impulso de matar por enojo, destruyendo recuerdos; dificil deber ser vivir en el filo de una espada, como tu personaje
ResponderEliminarel secreto está en no recordar su rostro; ,me llego la frase!
Me recordo "el arte de la guerra se basa en el engaño" Sun Tzu
Saludos
Siempre me ha intrigado que se siente matar a alguién, he pensado mucho en ello, este texto me despierta de nuevo una curiosidad que no me atrevo, pero un día el enojo podrá conducirme?
ResponderEliminarjejejej estaba leyendo su historia con musica de samurai champloo por azar.
ResponderEliminarsolo existe una cosa mas filosa que una espada, una lengua sin disiplina saludos
Si, mi personaje utiliza el enojo de dos formas, una para luchar y otra para olvidar.
ResponderEliminarMientras la ira inunda su cabeza no siente tristeza ni culpa y no queda a merced de sus recuerdos lo malo es que parece que cada vez hay menos gente con quien pelear y de esa forma queda inevitablemente a merced de sus recuerdos y su tristeza.
No se que se siente matar pero si se que se siente enfrentarse a alguien y es más o menos similar a lo que describe el samurai, la diferencia está en lo que sucede despues.
La primera vez que el samurai mató no fué por enojo, fué un acto de reflejo y de una manera que sorprendió a los demás y a él mismo.
Básicamente la leción de ésta historia está en que existe una inconveniencia en ocultar sentimientos bajo el enojo, la inconveniencia es que inevitablemente tenemos que quedar a solas con esos sentimientos en algún momento.
A mí porfa nunk me den una espada, xq no soy capaz de olvidar un rostro.
ResponderEliminarYo tampoco olvido
ResponderEliminarTarde o temprano la realidad despierta nuestra conciencia, aunque tratemos de ocultarnos entre la ira, la impaciencia y un rostro frío.Bellísimo. Saludes.
ResponderEliminarsi.... el enojo para olvidar.... aparece de vez en cuando, pero al menos a mi, se me va. Y lo peor, es que no olvido. :S :S
ResponderEliminarme gustó la historia.
muchos besotes
Si, la realidad descubre cualquier máscara, No se puede escapar de ella.
ResponderEliminarGracias por sus comentarios.