sábado, 17 de octubre de 2009

Un verdadero guerrero

Su mirada vacía, el semblante lívido e inexpresivo, su cuerpo relajado y en una actitud pasiva.

Un mar de recuerdos inundaban su mente cual torrente de agua fría refrescaban su corazón.
Una mañana cuando caminaba por el bosque con su padre escucharon un gemido que provenía de unos arbustos, caminaron sigilosamente hasta llegar al lugar de donde provenía el lamento.

El niño se sorprendió al ver a un oso atrapado por una de sus patas delanteras en una trampa, las púas se habían incrustado en la carne hasta desaparecer, el metal y la desesperación del animal por liberarse habían destrozado su pata casi por completo, el hueso era visible y despedía un olor penetrante.

Del poderoso animal solo quedaba un despojo de piel que apenas cubría los huesos, parecía tener bastante tiempo de estar atrapado y la vida ya casi lo abandonaba. El niño en un intento natural trató de prestar auxilio al animal y se aproximó al oso moribundo, su padre le dijo: cuidado, pero el niño continuó. El animal se levantó de su lecho de muerte y rugió con furia atacando al niño que se aproximaba, probablemente hubiera logrado su cometido si no fuera por la cadena que sujetaba la trampa al suelo y por la rápida reacción de su padre que lo apartó del animal.

El niño asombrado por aquella inesperada reacción del animal preguntó: por qué? su padre y su voz pausada que siempre sacaba una conclusión respondió: porque es un verdadero guerrero. El espíritu de un guerrero debe de ser como el de un oso, fuerte, inquebrantable, inmune al dolor; un verdadero guerrero nunca suplicará por su vida ni pedirá una muerte rápida y sin sufrimiento, un verdadero guerrero muere con su orgullo intacto aunque su cuerpo esté destrozado.

El samurai se acercó al animal e hizo una reverencia, el oso se levantó en sus patas traseras pero no ruigió ni demostró agresividad alguna, un destello salió de su cintura y acabó rápidamente con la vida del animal. El niño dejó escapar una lágrima pero la limpió rápidamente al darse cuenta de que su padre lo observaba, su padre concluyó: un guerrero se permite conmover ante el orgullo y la valentía que son la máxima manifestación del espíritu de un samurai; puedes llorar si quieres...

La visión del pasado se desvaneció poco a poco en el aire cargado de ese olor a óxido que despide la sangre, frente al samurai estaba un hombre herido profundamente en el vientre y uno de sus brazos, segundos antes se habían enfrentado y ya todo parecía estar concluido.

El hombre de rodillas, frunció el ceño y apretó con todas sus fuerzas la empuñadura de su espada, estaba dispuesto a resistir con la última gota de sangre el nuevo ataque de su rival. El samurai hizo una pequeña reverencia y sonrió levemente por la satisfacción de haberse enfrentado a un verdadero guerrero. El brillo mortal cruzó el aire cortando en dos partes aquel cuerpo pero dejando intacto su orgullo.

Esta vez ninguna lágrima brotó de sus ojos, aquel vacío absorbió cualquiera que pudiera escapar, solo deseó poder encontrar algún día la paz manteniendo su orgullo intacto.